Colombia

Colombia
en ese espacio verde caben varios países de Europa

lunes, 23 de junio de 2008

Días Inolvidables

Solíamos montar en bicicleta todos los sábados en la tarde. Éramos 6 los emocionados jóvenes que en nuestras vetustas "monaretas", bicicletas marca Monark, casi todas color naranja, con aspecto de alces pues tenían dos tubos largos a manera de manúbrio, subíamos por la loma del barrio buscando la vía a Las Palmas. Rodábamos por la carretera con gran esfuerzo pues aunque no es una via muy empinada si es larga y la subida va cansando. Recuerdo que todos no sobrepasamos los 14 años y yo era el menor. Siempre me quedaba atrás y a veces me tomaban tanta ventaja que mejor paraba a comerme un trozo de patilla que vendían en la vera unos campesinos que bajaban del alto de Las Palmas. Esperaba hasta que regresaran mis amigos a toda velocidad y ahí si tomaba mi cicla y los seguía.

Desde Las Palmas se tiene una vista panorámica hermosa del Valle. Miéntras me comía la sandía esa, recuerdo que me estasiaba mirar a Medellín. Eran días soleados casi todos, cielos azules y muy pocas nubes, las montañas resplandecían ante la luz del sol y se podían ver innumerables golondrinas volando por todos lados. Recuerdo que nisiquiera había comenzado la construcción del metro y la ciudad aun era una especie de villa pequeña y romántica, que se crecía a la vista porque Bello e Itagüí se le pegaban en cada extremo.

Era vertiginoso bajar por Las Palmas. En ese tiempo no habia separador de los carros que subían de los que bajaban, y claro, como jóvenes el peligro nos llamaba más a tomar la via a toda velocidad. Las bicicletas vibraban con el pavimento y los hierros sonaban al caer en huecos o desniveles, algunos chicos llegaron a caerse como Nicolás Arcila que cayó de bruces y se raspó la cara. Luego llegó a su casa y la mamá lo recibió a chanclazos. Asi éramos criados antes. Si nos portábamos mal nos "pelaban" asi fueramos nosotros las víctimas. Ahora con la teoría de no pegarle a los niños se complican las cosas y pueden hasta convertirse en emos.

Otro día Guillermo Múnera iba como una saeta y en la curva de lo que ahora es el mirador no alcanzó a parar, pero que iba a desminuir la velocidad si bajaba desde el alto poniendo el pie en la llanta trasera para frenar. Cuando vio que la curva se le venía encima apenas si pudo cubrirse la cara porque lo que fue la pierna derecha le quedó en carne viva y a la monareta nada le pasó, si acaso se la habrá caído la cadena.

Esos días serán inolvidables, hasta para mí que también pasé mi susto con sabor a decepción. Luego de comerme la sandía y mirar a Medellín más de una hora alcancé a ver al primer amigo que bajaba veloz. Monté rápido en mi bici y traté de seguirlo, en segundos pasaron al lado los otros que venían a toda. Yo pedaleaba con vigor para alcanzarlos pero ellos ya venían con ventaja y eran más intrépidos. Los seguí como pude, pero me tomaron ventaja como siempre.

Al llegar al barrio pasamos por la calle 40 donde se congestionaba mucho la calle por los buses, la gente, los vendedores y los perros flacuchos que pasaban. De verdad que había que ser un osado para esquivar tantas pruebas al tiempo.

Todos recorrían la 40 como flechas pero yo disminuía un poco la velocidad, lo que me costó un duro precio.

Al pasar por una esquina un muchacho como de 18 o 20 años se me tiró encima y me empujó. Como pude verlo un poco antes, por instinto me tiré de la bici asustado y me quedé mirándolo y escuchándolo gritarme que le entregara la bicicleta. Yo no la soltaba a pesar de que el me insultaba y con una navaja trataba de intimidarme. El filo pasaba muy cerca, pero con los mismos hierros yo me protegía. En un momento llegué pensar que era mejor soltarla y con piedras o algún madero golpearlo. Mis amigos ni por enterados, a esa velocidad no me escucharon gritarles y pedirles auxilio.

Solté entonces la bicicleta y volteé a tomar las piedras, pero en las calles donde siempre habían carros, gente, vendedores, perros flacuchos y basura no habían piedras. Entonces un palo, rápido, un palo... Pero hijueputa!! nada... y con dolor sobretodo en el orgullo y la impotencia de la víctima, el desgraciado se me voló con mi bicicleta plateada marca Arbar, miéntras me miraba y se reía el malparido...

Cuando ya empecé a reaccionar ante la rabia que me recorría el cuerpo entero; caliente y asustado, un revueltero me dijo que el ladrón vivía por ahí cerca. Entonces con mis 12 años me fui para la inspección del barrio donde un policía gordo, grande y muy blanco, de cabello como cepillo me recibió e hizo que le recitará lo sucedido. Miéntras más le contaba, más me parecía que el ladrón aprovechaba para vender mi Arbar plateada. Sentía como si perdiera el tiempo al lado de ese policía gordo, grande, blanco cabeza de cepillo que tecleaba lo que le decía, en una máquina Brother blanca que parecía de juguete para esas manos, que operaban lentamente, lentamente, lentamente sólo con los dedos indice.

Mi paciencia me gritaba desesperada: Qué pasa? por qué no nos vamos en la bola, como le deciamos a la patrulla o camioneta de policía, por ese hijueputa ladrón aprovechado de niños indefensos y felices que sólo se divertían en sus monaretas bajando por Las Palmas.

Al rato el policía me dice que esa cuadra donde me la robaron no hace parte de su jurisdicción y que tenía que irme hasta el centro de la ciudad a poner el denuncio, arrrggggg putaaaaaaa me decía por dentro, con la poca paciencia que me quedaba, pero con el entusiasmo de ver a ese maldito ladrón tomado por el brazo por la policía mientras yo me reía de él, subí a un bus y me fui para el Centro.

Allá me dieron la orden para que volviera donde el policía gordo, grande, blanco, cabeza de cepillo y le dijera que me diera dos policías para ir por la bicicleta. Me sentía feliz, al final de todo podría no recuperar la bicicleta, pero le vería la cara y me reiría de ese hijueputa.

Al llegar le mostré la orden al policía gordo, grande, blanco, cabeza de cepillo y este me contestó que me daba los policías, pero que los debía llevar en taxi... Lo miré y desconsolado cual niño de 12 años que le acaban de robar su bicicleta indefenso, con hambre, sin dinero y sin quién le ayude le dije: Noooooooo las guevas!!!

1 comentario: